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Los niños no lloran. Están en shock. Los adultos, con caras impasibles. En el ambiente: dolor y tristeza. Es lo que encontró hace unos días en Polonia, en la frontera con Ucrania, el profesor de la UPCT, José Alfonso Vera Repullo. En tan solo cinco horas, consiguieron que 52 personas pudieran salir del país eslavo y que hoy estén en Cartagena como refugiados ucranianos.
De estas personas, que huían del conflicto armado, una veintena son niños, cinco mayores y el resto, madres de los pequeños.
El profesor, del departamento de Automática, Ingeniería Eléctrica y Tecnología Electrónica, decidió ir a Ucrania de motu propio. “Vi en la tele una chica que tenía a su abuela en Ucrania. Conseguí contactar con ella. Decidí ir en mi coche e intentar traer a esa señora y a otras personas”, relata Vera.
En pocos días se unieron a él otras 12 personas. Recorrieron los 3.200 kilómetros que discurren entre Cartagena y Przemysl, una ciudad fronteriza con Ucrania. Un recorrido solidario de tres días. Entre ellos, una médico ucraniana que reside en la Región iba organizando por el camino la gestión de los refugiados y buscando familias de acogida y vivienda para cuando llegaran a la Región.
Relata cómo le afectó la situación de cada uno de los refugiados. “Llegamos por la noche a la frontera el jueves de la semana pasada, por la noche. A las 12 de la noche recogimos a una joven con su bebé de cuatro meses. Estábamos a varios grados bajo cero”, cuenta.
Unas horas después, un señor de Kiev, de 65 años, que se enteró de que estábamos allí, vio su oportunidad para escapar de la guerra. Cogió su moto y recorrió 500 kilómetros en cuatro horas, a 5 grados bajo cero para llegar hasta nosotros. Lo consiguió. Nos encontró a las 4 de la madrugada. Llegó al borde de la hipotermia”, relata.
A la mañana siguente, “recogimos a una señora que le había dado un infarto hacía nada. Y, a las 5 de la tarde, ya teníamos 52 personas”, explica. El sábado consiguieron poner en marcha su expedición rumbo a Cartagena. Iban 65 personas: los 52 junto a los 13 que componían el convoy solidario.
Les costó poco más de tres días llegar a Murcia. “Fue difícil. Teníamos que parar porque unos vomitaban, otros se encontraban mal. La médico que nos acompañaba hizo una gran labor”, indica.
Resalta Vera Repullo la solidaridad que se respiraba en el viaje de vuelta. “Autobuses con carteles de Cruz Roja, furgonetas particulares, eran cientos de refugiados los que venían cerca de nosotros”, agrega. Y le impresionó “cómo los ciudadanos nos volcamos y brindamos nuestro apoyo y nuestra solidaridad”.
Ahora, José Alfonso Vera está organizando el Convoy de la Diversión, una carpa con atracciones de feria y actividades lúdicas para niños. Además está gestionando que los refugiados que vinieron aprendan a hablar español para que puedan comunicarse e integrarse, formarse y trabajar. Rehacer su vida en un país sin guerra.